Editorial

Oslo, “que no cunda el pánico”

Solo con ese discurso virulento, cree la guerrilla que puede justificar su violencia durante casi cinco décadas

Contrario a lo que algunos creen, en la instalación de las negociaciones de paz el jueves pasado en Oslo, ocurrió lo que debía pasar: un discurso mesurado y ponderado del Gobierno y uno agresivo, vehemente y hasta cierto punto irresponsable, de la guerrilla de las Farc.

¿Y qué más se debía esperar en particular en la posición de la guerrilla? Dentro de la lógica de quienes están al margen del Estado de Derecho y tienen la opción de justificar su accionar de violencia y sangre practicadas durante muchos años, es evidente que lo que ocurrió tiene su explicación y no debe introducir elementos adicionales de incertidumbre y desconfianza sobre el futuro del proceso, como bien lo aseguró el Presidente un día después de la primera reunión: la guerrilla quiere mostrar banderas que no tiene, porque le han sido quitadas por parte del Estado.

Por eso, nos parece que no tiene sentido estratégico responder la argumentación del jefe guerrillero, como en forma apresurada lo hizo el Consejo Gremial Nacional rechazando ese discurso agresivo. Ni los gremios, ni los partidos políticos, ni los actores sociales deben salir a ripostar cada vez que hay una declaración del otro lado. Siguiendo con la lógica simple, la guerrilla usó el primer escenario importante que se le brindó en muchos años para mostrar varios cosas que en sentido estricto no van  a afectar el proceso. En primer término, para mandar un mensaje a sus guerrilleros rasos en el sentido que las negociaciones no van a implicar una traición al tiempo perdido que durante muchos años se han gastado tristemente en el monte. Difícil de explicarle a un campesino, que se enroló en las filas, que su vida no ha tenido sentido más allá de seguir las orientaciones de unos jefes que han fracasado ideológica y militarmente, pues su llegada al poder es un imposible metafísico.

En segundo término, esta es una negociación y es claro que los planteamientos duros tienen como objetivo formular peticiones exageradas para lograr algún rédito. Y en ese sentido, las respuestas del jefe negociador del gobierno fueron concretas y no dejan dudas: hay una agenda pre-acordada y hay temas que no están en juego, como la acción de las Fuerzas Militares y el modelo económico. Después de llegar a un acuerdo y una vez surtida la dejación de las armas, la acción política de los ex guerrilleros puede darle validez a las reformas planteadas, pero solo en ese momento. Por eso, lo ocurrido en Oslo no es para abrir espacio al pesimismo, sabiendo que no será nada fácil llegar al objetivo planteado. Seguramente habrá  momentos difíciles que se deberán enfrentar con paciencia patriótica y una gran dosis de pragmatismo.

Lo que sí hay que lamentar es que las Farc se hayan detenido en el tiempo y no hayan evolucionado, manteniendo hoy el mismo discurso de hace 15 años cuando por su culpa fracasaron las negociaciones del Caguán. Increíble pero cierto.