Editorial

Otro año sin cumplir la meta de inflación

Por tres años consecutivos el Emisor no logra mantener la inflación en sus rangos, una gran falla que le pasa cuenta de cobro a la economía

Editorial

La última vez que la variación de los precios al consumidor estuvo en los rangos propuestos por el Banco de la República fue en 2014, cuando el piso y el techo propuestos por los codirectores fue de 2% y 4%. En ese momento la inflación se ubicó en 3,65%, una cola inflacionaria de la cual no nos hemos podido desprender. Desde ese entonces esta crucial variable fundamental para la economía de bolsillo (y la macro) no volvió a verse en los cálculos estimados por el Emisor, generándose una asimetría entre el costo de vida y el alcance de los salarios de los colombianos.

El gran problema de esta situación es que cuando la inflación no se encuentra en ese rango oficial, la discusión salarial se torna fundamentalmente política y vuelve y juega la polémica sobre qué variables se van a tener en cuenta para fijar el incremento del salario mínimo para el próximo año. Recordemos que por varios años se tuvo en cuenta la inflación esperada, mas no la causada. Quienes defendían esta postura hacían hincapié en que tener en cuenta la inflación causada ya era inflacionario, pero las cortes entraron a terciar en un tema económico y reformularon las posturas de los macroeconomistas del Emisor. Así las cosas, casi siempre se tiene en cuenta el dato de la inflación causada -que es mayor- en vez de la esperada que siempre será un anhelo de triunfo sobre el alza de los precios que no se cumple; esto se ha demostrado desde hace varios años con el Emisor que no logra mantener la variación de precios a raya.

Teorizar es fácil y mezclar las ciencias políticas con las ciencias económicas es fácil sobre el papel, pero es un imperativo constitucional que el Banco de la República afine sus herramientas monetarias para cumplir con esa orden de la Carta Magna. Hay varias cosas por alinear: la primera ya se acordó, que fue hacer reuniones del Emisor sin que tuvieran que revisar las tasas mensualmente, como si se tratara de fijar el precio de la gasolina; la segunda es sincronizar las posturas de los codirectores, pues hay voces que rompen con la línea monolítica tradicional del Banco, al salir a decir cosas a manera personal que genera información relevante en la formación de precios; y la tercera, no menos importante, es que sus análisis macroeconómicos deben socializarse más, para generar conciencia nacional sobre la importancia de tener una inflación controlada y una tasa de cambio que a todos los sectores económicos beneficie.

Este año tampoco fue, no se le pegó a la inflación que rompió el techo de 4% propuesto por el Emisor, una situación a la que hay que ponerle coto, pues se pone un rango muy amplio y no se ha logrado mantener el dato dentro desde hace años. Obviamente el precio de los alimentos es lo que más pesa en la variación del IPC y el Emisor no tiene manera de hacer controles, ni debe hacerlo, pero sí es la institución central que debe analizar la oferta y demanda de alimentos y sincronizar su impacto con herramientas monetarias.

La independencia del Banco de la República no se puede tocar ni mucho menos negociar porque es quizá la institución más respetada y admirada y a ella se debe el gran avance de las políticas monetarias colombianas de las últimas décadas, pero en el tema de pronosticar y ayudar a meter la inflación en su rango, sí ha estado en deuda durante los últimos años.

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