Editorial

¿Para qué sirve la Cumbre de las Américas?

Pocas veces un país puede alojar a tantos mandatarios como en esta oportunidad. Hay que mostrarse al mundo.

Jorge Castañeda, ex ministro de Relaciones Exteriores de México, ahora profesor distinguido de Política y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York , dijo recientemente que "la Cumbre de las Américas sirve como un barómetro de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica, aún si no alcanza una gran trascendencia. La Cumbre de este año ya generó controversia. Dos cuestiones tradicionales y candentes dominarán las discusiones: Cuba y las drogas".

La visión del internacionalista mexicano puede ser la acertada si se mira el evento desde afuera de Colombia, una óptica que cambiará radicalmente si observamos las cosas desde el interior del país anfitrión, para el que la Cumbre es una oportunidad irrepetible para mostrarle al mundo que las cosas están cambiando a pasos agigantados. Colombia realizará al final de esta semana el encuentro hemisférico más importante de los últimos años, en medio de unas cifras económicas inigualables y de un ambiente de paz que pocas veces antes se había vivido, a pesar  de los cada vez más pocos amigos de mantener el conflicto armado por tiempo indefinido, que ha desangrado al país durante casi medio siglo.

Figuras de primer nivel global como lo son más de una treintena de presidentes, a los que se suman unos 300 empresarios extranjeros e igual número de nacionales, adicionalmente personajes de segundo y tercer nivel de los gobiernos y las corporaciones quienes han confirmado su visita, convierten a Cartagena en el epicentro del poder en el Continente por estos días. Y qué mejor que un evento de esa talla para que el país entero pueda mostrar su progreso, pero más allá, el camino que ha decidido construir.

El presidente Juan Manuel Santos logró sumarle a la Cumbre de las Américas la visita oficial de Barack Obama, un par de efemérides que redundarán en beneficio de buenas noticias para la imagen de Colombia. Seguramente, el tan anunciado TLC se materializará muy pronto y la cita de presidentes le dejará no solo a Cartagena, sino a la `marca nacional`, un saldo a favor que nunca antes había tenido. No esperemos grandes debates sobre la legalización de las drogas o la lucha contra el terrorismo, quizá lo único que se refrendará será una lucha sin cuartel en contra de los narcotraficantes mexicanos, colombianos y centroamericanos, pero nada disruptivo en esta materia sucederá.

Está claro: la próxima Cumbre que comienza este jueves en Cartagena le traerá al país un baño de buena imagen que se necesitaba. Más de un millar de influyentes periodistas estarán entre Bogotá y Cartagena, y serán ellos quienes portarán por sí mismos las buenas noticias de lo que aquí está ocurriendo en materia económica. Solo hace falta terminar el pendiente del deteriorado orden público.