Editorial

Poder del voto inmigrante en las elecciones

Gráfico LR

Lo ocurrido en Francia es ejemplo del poder en las democracias de la inmigración, los recién llegados pueden empezar a escribir una nueva era (ni buena ni mala) en la formación política

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Diario La República · Poder del voto inmigrante en las elecciones

Hace pocas semanas en el preámbulo electoral francés fue noticia el jugador de fútbol, Kylian Mbappé, quien utilizó su fama para invitar a los votantes a que se opusieran a la extrema derecha, haciendo un llamado a votar “contra los extremos, los que dividen”, palabras que parecieron jugar un papel determinante en la derrota del partido Agrupación Nacional de Marine Le Pen en las pasadas las elecciones.

La estrella del fútbol, ahora en el Real Madrid, dejó ver la punta del iceberg de una situación que empieza a preocupar las estructuras más ortodoxas en términos de democracia en todo el mundo, y es, el poder de los inmigrantes en la formación de los gobiernos. La importación de votantes, fruto de una o dos generaciones, en los países adoptivos, no ha sido muy estudiada, pero es una realidadfehaciente.

Es un hecho que la inmigración transforma a las sociedades adoptantes para bien y para mal; bien por la mano de obra e inventiva que le imprimen a los países que los reciben, y mal, porque desatan casi siempre una ola de inseguridad. Mbappé es francés de nacimiento, pero de ascendencia camerunesa que hoy representa a los millones de minorías que salieron a votar en Francia por una formación de gobierno de izquierda.

Lo mismo ha sucedido tradicionalmente en Estados Unidos, país de inmigrantes por naturaleza, en la que los ciudadanos de otros países han ido inclinando la balanza política entre republicanos y demócratas. Por lo general, los latinos y afros que llegan a los distintos estados del motor de la economía global se venían inscribiendo como demócratas, situación que ha cambiado con la nueva ola de llegada de venezolanos, mexicanos, colombianos, nicaragüenses y cubanos, desplazados por la falta de oportunidades en sus respectivos países de corte socialista, y por tanto, estos, hoy son más republicanos de derecha que demócratas de izquierda.

Ahora son más comunes en Estados Unidos mitines políticos de migrantes respaldando ideas, incluso contra los mismos inmigrantes, que militan en las líneas de Donald Trump.

Turcos y polacos en Alternative für Deutschland de Alemania; marroquíes, ecuatorianos y colombianos en Vox en España y bolivianos y paraguayos en el Partido Libertario de Javier Milei.

Es un hecho indiscutible el efecto positivo de la migración en los países de acogida y de origen, y cada vez más se reconocen en los debates públicos como actores determinantes. Todo inmigrante contribuye a través de su actividad económica con pago de impuestos, generación de empleo y estímulo del crecimiento económico del país donde se radica, lo que lo hace un actor activo en la formación política. Al tiempo que en el país de origen transforma con las remesas y se erige como un transformador en pequeñas o grandes comunidades.

El poder del voto inmigrante cada vez es mayor en un mundo globalizado y es una realidad que solo ahora empieza a tomar forma. Es una realidad que está poniendo a prueba las democracias más sólidas. Toda persona legal en un país en el que no ha nacido es objeto de derechos como el electoral, a través de un partido político o cualquiera sea el sistema que allí funcione; hecho no aceptado por los “votantes de sangre”, pero sí es un derecho para los “votantes de papeles” que quieren ayudar a formar el país que los ha acogido. Un debate que solo ahora nace a la luz pública.

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