Políticas de Estado “made in USA”
sábado, 17 de junio de 2017
<p>La ley de retrovisor se ha puesto en evidencia con el reversazo de relaciones de EE.UU. con Cuba. no hay políticas de Estado en materia diplomática</p><p> </p>
Trump lo volvió a hacer: cumplió una de sus promesas de campaña y volvió a poner en standby las relaciones con el gobierno comunista de Cuba, luego de que su antecesor, Barack Obama, diera pasos en el camino de la cordialidad diplomática tras 50 años de Guerra Fría con la isla gobernada por los hermanos Castro. El dato curioso de este hecho es que Raúl Castro hubiera anunciado elecciones libres durante esta misma semana, como si presintiera o supiera de antemano las decisiones que tomaría este pasado viernes el gobierno republicano que domina en la Casa Blanca. El llamado deshielo entre Estados Unidos y Cuba (último reducto del comunismo en el hemisferio americano) solo duró 30 meses, tiempo en el cual se alcanzó a soñar con una plena normalización del comercio entre los dos países que han tenido una historia muy estrecha desde sus orígenes.
Las consecuencias económicas de la decisión de Trump no se harán esperar y las empresas estadounidenses que tenían planes de expansión inmediata a la isla, como hoteles, bancos y aerolíneas, tendrán que esperar a que el Congreso se pronuncie sobre este hecho. Las palabras del Presidente de Estados Unidos fueron muy duras y hacen recordar los momentos más crudos de la Guerra Fría: “La política reafirma el embargo estadounidense impuesto por ley a Cuba y se opone a los llamados dentro de Estados Unidos y otros foros internacionales para acabar con él (...) Haremos cumplir el embargo”. Esas palabras caen como un baldado de agua sobre los cubanos comunes y corrientes quienes ansiaban ver cómo su situación económica mejora con una apertura a las mínimas leyes de mercado abierto. Sin una Unión Soviética que los apoye en lo económico y una Venezuela rica y derrochona que les subsidie los combustibles, más un anuncio de elecciones, los días de los Castro en el férreo poder están contados, pues ya no hay espacio ideológico para el comunismo y los laboratorios del socialismo del siglo XXI han fracasado.
Cuba tiene que reinventarse desde la democracia y darle a sus 12 millones de habitantes la oportunidad histórica de hacer empresa, contar con la propiedad privada, respetar los derechos humanos y tener la libertad de viajar a donde sus capacidades económicas se lo permitan; palabras que parecen sencillas de aplicar, pero que encargan un cambio estructural en la manera de generar bienestar para una sociedad. La decisión de Trump de volver a congelar las relaciones diplomáticas con Cuba pone en jaque a los sistemas cercanos a la izquierda ideológica, en un momento crucial en donde todos esos gobiernos colapsan sin mayores consecuencias en la región.
Ahora bien, el punto más crítico, apartándose de la lupa ideológica, tiene que ver con la flexibilidad de las políticas de Estado hechas en Estados Unidos, una característica que tienen los países en desarrollo y que más se critica desde los inversionistas extranjeros. El Presidente de Estados Unidos ha demostrado desprecio total por todo lo hecho por su antecesor en la Casa Blanca y poco a poco ha ido desmontando sus políticas, generando desconfianza entre las empresas, en este caso en las que tenían planes económico en la isla. Frente a Cuba o frente a las relaciones con América Latina, no hay una política de Estado bien definida, una muestra es este reversazo del Gobierno estadounidense frente a lo avanzado y aplaudido por la comunidad internacional para el nefasto régimen que han padecido los cubanos desde hace más de seis décadas. Los más perjudicados seguirán siendo los cubanos de a pie, no sus gobernantes.