Editorial

Por una legislatura que marque su historia

<p>El Congreso no puede seguir siendo inferior al reto de modernizar todos los frentes, esta legislatura debe ser la última de la guerra.</p>

El Congreso de la República que ayer se posesionó para sus actos legislativos que durarán hasta julio de 2017 tiene el reto de escribir un nuevo capítulo en la historia del país, en una suerte de iniciativas que deben ir desde lo ambiental, lo comunitario, lo económico, lo tributario, y en particular, todo lo que exige una Nación que empieza a escribir con determinación un nuevo capítulo en su historia reciente, que borra día tras día el pasado de guerra interna que había, hasta ahora, ocupado todos los asuntos públicos. Comienza la verdadera legislatura del posconflicto, y ojalá sea la última, en donde los asuntos de la guerra y la guerrilla sean los que marcan siempre el derrotero de lo público.

Además es una oportunidad de oro para que los congresistas cumplan cabalmente con la tarea que les pusieron los electores hace dos años con su elección, pues entran a su tercero de cuatro años en el Senado o en la Cámara y deben empezar a preparar su plan de permanencia o reelección en esas corporaciones o su retiro digno. El Congreso es la institución de poder público y político más desprestigiada, un lamentable lunar que no se ha sabido borrar y que en ocasiones se refuerza con la falta de trabajo, de compromiso con el país, los privilegios económicos y la politiquería que desdicen de esas responsabilidades. La clase política congresista está muy amenazada por los cambios sociales que atraviesa Colombia, los jóvenes que entran al censo electoral, los llamados millennials y muchos nacidos bajo el signo de la generación X, le están pasando la cuenta de cobro a esos senadores o representantes que han sido inferiores al reto de construir la legislatura que el país necesita. Las pasadas elecciones locales en donde se eligieron alcaldes y gobernadores, fueron un campanazo de alerta a los políticos tradicionales y algo parecido puede ocurrir en la elecciones a Congreso y Casa de Nariño que se aproximan.

Colombia no puede seguir manejada por unos congresistas polémicos, poco constructivos y ebrios del poder que les otorgan cada cuatro años unos electores capturados con puestos públicos, contratos particulares y dádivas públicas que se cocinan desde los concejos, pasan por las alcaldías, desembocan en asambleas y gobernaciones y derraman poder a los representantes y senadores. No todos los congresistas son de la misma talla, pero casi todos tienen las mismas prácticas que deben empezar a cambiar en medio de los aires de posconflicto que se debe tomar a agenda legislativa venidera.

Un asunto clave es el que tiene que ver con la reforma tributaria, una necesidad para el país económico y una forma de garantizar equidad en donde todos contribuyan a las arcas estatales, fuente del dinero para la inversión social y en la que prime el desarrollo. La discusión de la tributaria debe ser inmediata y no se puede seguir aplazando.