Editorial

Probabilidad de El Niño cambia reglas de juego

Poco a poco el clima empieza a cambiar, las lluvias amainan y en algunas regiones el miedo por las sequías está en la agenda de los productores del agro, el Gobierno debe actuar

Editorial

Hace poco más de 30 meses, más o menos, que llueve intensamente en casi todo el país, configurando el fenómeno de La Niña (lluvias abundantes) más largo de las últimas décadas, pero el calentamiento global latente de los años recientes hará que el clima en el territorio colombiano pase de lluvias intensas a sequías y jornadas de calor poco habituales, con las consecuencias que esta nueva realidad tendría para la producción de alimentos, lo que a la postre también golpearía a la economía.

El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, Ideam, órgano rector del análisis climático, estima que el fenómeno de El Niño (olas de calor y sequías) pueda presentarse en el segundo semestre del año, como siempre acentuándose en la costa Pacífica y una buena parte de las cordilleras.

La probabilidad de este fenómeno en pocas semanas es de 50% y de que se mantenga hasta el final del año de 60%, a la luz de los datos que arrojan los estudios de proyección climática, lo que obliga a los ministerios de Ambiente, Agricultura y Comercio a estar preparados dado que las consecuencias económicas pueden ser más dramáticas que las presentadas por el antagónico fenómeno de La Niña.

En términos de producción de alimentos en el sector agropecuario, es mucho más complicada la escasez de agua que su abundancia, los costos en que incurren los productores adaptando sistemas de riego son más elevados y se transfieren al precio de los alimentos, lo que podría incidir nuevamente en la variación de precios.

De momento, es crucial que las autoridades trabajen en planeación de la situación con los productores, comunidades, alcaldes y gobernadores, para prepararse ante la situación que aún no se sabe a ciencia cierta su durabilidad, ni las condiciones en que puede presentarse en América Latina, pues los pasados recientes “niños”, no fueron tan largos, ni tan duros en Chile, Perú, Ecuador y Colombia, países en los que el calentamiento de las aguas del Océano que los une les determina su producción de alimentos.

El último fenómeno de El Niño levemente dañino se dio en 2017 con repercusiones en la producción de alimentos, pero el más recordado es el de hace 30 años, cuando sumió al país en un año de racionamiento por la precariedad de las represas y embalses para la generación de energía. Nuevamente, así como se suscita el temor por el costo de las frutas, verduras, carne y leche, derivado de las sequías, el miedo ronda por el costo de los servicios públicos, especialmente agua y energía; si en medio de las lluvias el precio del kilovatio se ha disparado sin justificaciones aparentes, qué puede pasar con este indicador en tiempos de sequías y escasez de agua.

Es un poco de la prospectiva que debe hacer el equipo económico del Gobierno Nacional, que debe tomar nota de lo que pronostica el Ideam. Es un hecho: centros climatológicos de prestigio en Estados Unidos dictan “una probabilidad de 62% de que el fenómeno de El Niño se desarrolle en el hemisferio norte durante mayo y julio y una posibilidad significativa de que ocurra a fines de año, lo que podría agravar los riesgos para cultivos en el mundo (...) El calentamiento costero en el Pacífico oriental puede presagiar cambios en la cuenca del Pacífico. Por lo tanto, se emitió una alerta de posibilidades hacia el final del año que incluye un El Niño fuerte”, conclusiones del reporte el Servicio Meteorológico Nacional.

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