Editorial

Protagonistas económicos encarcelados

<p>Dos ministros colombianos y un director del FMI están tras las rejas, un suceso económico que no puede pasar desapercibido</p>

Casi el mismo día que la justicia colombiana decidió que los ex ministros, Sabas Pretelt de La Vega y Diego Palacio Mejía, eran culpables del delito de cohecho, la justicia española ponía también tras las rejas al ex director del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato, quien también fuera vicepresidente económico de su país y presidente de Bankia. Miles de veces sus nombres aparecieron en este diario económico resaltado con negrillas porque los tres fueron protagonistas durante varios años de las noticias empresariales, de negocios y financieras. Cómo les ha cambiado la vida y qué profundas reflexiones nos deja este episodio.

Ponerle un titular a esta reflexión editorial es complejo, pues pueden aparecer o surgir los calificativos o los sesgos ideológicos que le pesan a los opinadores públicos. Preferimos “protagonistas económicos encarcelados”, en lugar de los “pecados capitales de Rato, Sabas y Palacios”. No es nuestro papel juzgarlos, pero si auscultar qué pasó en su paso por la dirigencia de empresas o en la función pública para que verdaderos personajes emulados de la vida nacional e internacional terminaran en tal desgracia. Sabas Pretelt fue durante muchos años director de el gremio más importante de los comerciantes y luego pasó a la política donde chocó sus fines. Palacio también fue un jugador nacional de menos perfil público que trastocó su hoja de ruta para conseguir algunos fines. Y Rato era una suerte de Mesías en lo económico que pasó de la función pública al ejercicio internacional para volver a su país como CEO de una gran banca naciente, pero se ahogó en sus errores de manejo.

Las lecciones que dejan estos “protagonistas económicos encarcelados” son muchas en un momento de la historia donde la ambición de los protagonistas es el infinito. Los anhelos y ambiciones de muchos de los hombres de empresa y los funcionarios públicos son proporcionales a los números que consiguen en sus exitosas gestiones; no hay meta que no se logre ni presupuesto que no se cumpla, y muchos creen que así mismo funciona la ética y la moral de todas las personas.

No todo tiene un precio y hay situaciones que por más que se forcen para beneficiar a alguien, terminan rompiéndose en el mismo momento que se ejerce la fuerza o con el tiempo. Los copartidarios de Rato, Sabas y Palacios, en dos países distintos al otro lado del Océano, le echarán la culpa a sus amigos, sus jefes políticos o a la justicia, pero la realidad es una y la experiencia en cuerpo ajeno debe servir para que no se cometan los mismos errores que no tienen que ver con otra cosa que con las ambiciones desmedidas y el cruce constante de la fina capa ética que divide las situaciones.