Editorial

Prudencia, imperativo con Venezuela

<p>Venezuela siempre estará allí, no solo como un mercado sino como un país hermano y todo lo que suceda nos va a afectar.</p>

La historia colombo-venezolana es de odios y amores como sucede en casi todas las familias del mundo. Si revisamos con detenimiento el surgimiento de los dos países como naciones independientes desde hace más de 200 años, encontraremos que son repúblicas complementarias y poco competitivas entre ellas; que están unidas estrechamente a través de una frontera porosa de 2.219 kilómetros con más de 20 puntos fronterizos. Toda una descripción elocuente de las estrechas relaciones sociales, comerciales, políticas, y judiciales.

En los mejores momentos, los dos países intercambiaron bienes y servicios por más de US$7.000 millones con una balanza comercial superavitaria para Colombia, pues desde muy entrados los años 50 la economía venezolana se enfocó en la industria extractiva de petróleo, lo que convirtió al país en un dependiente total de las importaciones gracias a de sus US$90.000 millones de exportaciones anuales en su inmensa mayoría de crudo. Ellos, buenos compradores, y nosotros, buenos vendedores. Pero esa ecuación se rompió hace doce años cuando entró el chavismo al gobierno y se enfrentó a los modelos económicos y de desarrollo de sus vecinos. Fue entonces cuando el intercambio comercial llegó a menos de $1.000 millones, una cifra que de a poco se empieza a reconstruir.

Pero independientemente del comercio y de la complementariedad de las dos economías, la política interna venezolana siempre ha usado a Colombia como chivo expiatorio para conseguir dividendos electoreros. Siempre que un gobernante -anterior al chavismo- necesitada popularidad acudía a los diferendos nacionalistas en el llamado Golfo de Coquivacoa o de Venezuela. El tema no se volvió a tocar desde la llegada de Chávez, pues su beligerancia y animosidad seguramente habrían desencadenado escaramuzas bélicas. Entre los años 50 y los 90, miles de colombianos de la Costa Caribe y de los santanderes emigraron al vecino país conformando con el paso de los años una colonia muy importante, una bolsa de opinión y de trabajo que siempre es usada para alterar los ánimos entre las naciones.

Toda esta suerte de sucesos obliga y la historia no lo muestra que debemos ser muy prudentes con Venezuela, no solo para salvaguardar un mercado para nuestros productos, sino para cooperar y ser solidarios con una país que ahora nos necesita. Son irresponsables los políticos colombianos que quieren ayudar a incendiar las calles venezolanas, pues deben respetar las decisiones internas de un país que desde hace ya más de una década decidió el camino del socialismo. Hay otras instancias como la OEA o la ONU para opinar y ayudar, pero nosotros debemos contribuir a que todo se calme y que las cosas se definan en democracia y en derecho. Prudencia, señores políticos.