Editorial

Recuperar las ideas en el debate nacional

<p>Los gremios de la producción deben volver a jugar el papel de epicentro de los debates públicos que transforman al país económico, político y social.</p>

El reconocimiento es general acerca de que el mundo de hoy es más simple y mediático que en el pasado, en buena parte como consecuencia de la velocidad con que se mueven las ideas a través de las redes sociales. Es evidente que ahora resulta más difícil ocultar la información, acceder a ella o volverla exclusiva en beneficio de unos pocos. El mundo virtual ha estimulado una especie de democracia participativa.

El necesario debate público sobre los temas de interés y la solución a los problemas está por encima de ello y más bien ha caído a un nivel que preocupa y ha llevado a los ciudadanos a subir su de desconfianza y pesimismo, como lo comprueban los estudios de opinión que se han dado a conocer. 

La evidencia es contundente: los colombianos no están creyendo como en las instituciones llamadas a liderar los asuntos de la sociedad. Y no es solo el Gobierno y su equipo o el tradicional mal calificado Congreso de la República y la clase política, sino la pérdida de confianza es en todo: las Fuerzas Militares, organismos de control, cortes y jueces, academia, medios de comunicación y gremios privados, entre otros. A cada uno de esos agentes se podría hacer un análisis individual, pero la realidad es que la pobreza del debate tiene su explicación en muchas razones, pero la crisis de contenidos y su poca densidad intelectual encabezan esa lista de fallas que la gente siente a diario. En el caso político resulta que se debe sumar un problema de representación de quienes manejan las relaciones con la comunidad.

Lo que está ocurriendo con los partidos tradicionales es una muestra de ello. Ante la carencia de ideas que motiven y seduzcan, conservan sus mayorías numéricas por la vía de prebendas que reciben de los gobiernos de turno como compensación por apoyar las ideas y proyectos oficiales. El mejor ejemplo, es el que está dando el Partido Liberal, que sin reparo alguno cuestiona la política del Gobierno porque no le entrega la participación burocrática que dice merecer por hacer parte de una coalición que gobierna. Poco importan las ideas.

La academia y los centros de investigación han dejado de lado su capacidad de reflexión y análisis independiente y que constituían su principal activo de confianza y credibilidad. Unos han caído en el inconcebible académico del conformismo intelectual y otros han encontrado en la contratación estatal una forma rentable de supervivencia. Los gremios han reducido su tarea al legítimo, pero limitado trabajo de defender los intereses de sus afiliados. El Consejo Gremial ha perdido la relevancia y profundidad de otros tiempos.

Aquí merece preguntarse qué fue de nuestros políticos brillantes que tienen como máxima vivir para la política y no de ella, de aquellos académicos proclives al cultivo de las ideas y a su discusión, lo que no tiene el objetivo de idealizar el pasado, sino reconocer que la política y el debate democrático se hace con ideas que hagan confiar y creer a la gente.