Editorial

Reinventar la competitividad empresarial

No se puede seguir llorando por el dólar barato. Antes se hacía por un TLC, lo que hay que hacer es innovar

No se puede seguir llorando por el dólar barato. Antes se hacía por un TLC, lo que hay que hacer es innovar

Hasta hace poco más de un año, el lugar común en casi todos los congresos gremiales era pedirle al Gobierno Nacional trabajar con mayor empeño en sacar adelante el tratado de libre comercio con Estados Unidos y abrir nuevos mercados. Cuando eso se dio en mayo del año pasado y se abrió camino a los productos y servicios nacionales a otros países, el discurso sufrió una lógica transformación y se empezó a pedir más controles políticos a la revaluación del peso frente al dólar. Siempre habrá un argumento ciertamente de peso para pedirle a la administración nacional de turno que actúe en beneficio del sector productivo; en algunas ocasiones es la seguridad y en otras la infraestructura. Todas esas exigencias son muy válidas y la Casa de Nariño está obligada a atenderlas en beneficio no solo de los exportadores sino de todos los colombianos.
Pero el empresario, tanto el enfocado al mercado externo como el interno, debe reinventar la competitividad tradicional en la que ha crecido su compañía. Los costos fijos pueden ser controlados y las ventas pueden depender de la dinámica de la economía y los mercados, pero es la innovación la llave maestra de la sobrevivencia en un mundo globalizado. Colombia, luego de haber firmado diferentes tratados de libre comercio, empezará a tejer una nueva era en su economía y los empresarios deben ser conscientes de ello. El consumidor local tendrá acceso a productos y servicios de otros países a precios muy cómodos, al tiempo que los productores nacionales podrán vender en otros países en dólares. Pero las ventas al exterior y su margen no deben rentabilizarse solo apoyándose en la tasa representativa del mercado.
La inflación está prácticamente controlada, los salarios mínimos son altos, pero al tiempo son socialmente justos para una economía globalizada con grandes responsabilidades para erradicar la pobreza. El empresario de este siglo XXI, que ya atraviesa la segunda década, debe apostarle hoy más que nunca a la innovación, a la formación y la educación de su recurso humano, y dejar de pedir controles al dólar. El país económico no puede seguir siendo rentable con políticas de devaluación que pocos empleos formales han generado a través del tiempo. Hoy más que nunca se debe trabajar con sentido social y global, como muchas empresas lo vienen haciendo; abrir nuevos mercados en la región, especializarse en sectores, apostarle a convertirse en multilatinas, y lo más importante, en crear una conciencia social que redunde en el incremento del poder adquisitivo.
Quizá lo que se viene para los próximos años es la verdadera reinvención de los gremios, de sus roles y funciones.