Editorial

Reto económico: crecer sin dañar la biodiversidad

Gráfico LR

Arranca la COP16 en medio de expectativas sobre el impacto del crecimiento económico en la biodiversidad de los países, una de las asignaturas pendientes más complicadas

Editorial

El mundo está cambiando a pasos agigantados. Destruir el medio ambiente para obtener unos beneficios económicos temporales es ahora una actitud proscrita que pesa en los balances corporativos marcados por la sostenibilidad en los negocios. Se habla permanentemente de un PIB de sostenibilidad o sustentable basado en la diversidad biológica de un país o una región y asociado a valores éticos y económicos.

La biodiversidad está amenazada por múltiples factores, en los que pesan los métodos extractivos de las empresas y las comunidades. Más de la mitad del PIB global depende de la naturaleza, la pérdida de los ecosistemas se ha convertido ya en una amenaza importante para la economía mundial y para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, imperativos que serán revisados en la COP16 que se realiza en Cali.

Es el evento más importante que se ha realizado en la historia de Colombia, es una Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica, COP16, un espacio de discusión y toma de decisiones de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, para abordar el cambio climático y pérdida de biodiversidad. El gran problema es que la sensibilización sobre biodiversidad encierra una contradicción: para proteger el medio ambiente hay que crecer la economía, pues las economías más pobres por lo general son las más destructoras con su entorno.

Por eso, el crecimiento sostenible, el PIB sustentable, y muchas más actividades productivas individuales, como la huella de carbono, deben ser unos deberes tácitos en la humanidad actual y futura. Más de 55% del PIB global, unos US$58 billones, depende de la naturaleza y sus servicios ecosistémicos. Para poder proteger, hay que crecer en lo económico y esto es una suerte de consciencia que nunca estuvo presente en las empresas en otras épocas.

Las actividades extractivas en todas las esferas eran una realidad muy lucrativa, pero el mismo desarrollo humano (gracias al crecimiento) ha generado un despertar sin precedentes. Hay nuevos escenarios locales, regionales y globales, que buscan sincronizar, conjugar o acompasar crecimiento económico y protección o desarrollo ambiental.

En Colombia, el tema ha sido muy esquivo y las necesidades de materias primas, la falta de presencia institucional, la anarquía en la ruralidad, y por supuesto, la mala educación, ha hecho que, muy a pesar de que el país sea uno de los más biodiversos del mundo, la destrucción sea grande y el subdesarrollo palpable, endémico. La gran paradoja colombiana es que las zonas de mayor potencial en términos de biodiversidad, sean las más pobres: costa del Pacífico, una buena parte de la Orinoquía y la cabecera del Amazonas. Curiosamente, las mismas regiones capturadas por el narcotráfico y las guerrillas, corroborando la hipótesis de la debilidad institucional como agente de destrucción ambiental.

La Colombia del futuro puede construirse en medio de las ideas de la COP16, rentabilizar la biodiversidad, pensar en que las lluvias, las selvas, los ríos, los bosques y todos los pisos térmicos son los pilares del nuevo crecimiento sostenible; el mapa de aporte al PIB puede cambiar si el país económico se sincroniza con el ambiental. El Pacífico dejaría de ser escenario de pobreza y narcotráfico para convertirse en un epicentro biodiverso. Eso sucederá si los líderes así lo ejecutan y pasan del Power Point a las realizaciones.

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