Editorial

San Andrés sin mar no es San Andrés

Colombia acaba de sufrir la derrota diplomática más fuerte de la historia. no hay que dorar nada, perdimos mucho.

Colombia acaba de sufrir la derrota diplomática más fuerte de la historia. no hay que dorar nada, perdimos mucho.

No es sino mirar el mapa de Colombia de ayer y compararlo con el de hoy para darnos cuenta de que perdimos mucho territorio marítimo, lo que le asesta un fuerte golpe a la economía, pesquera, turística y estratégica. Pero donde más se perdió fue en la diplomacia y en la manera de ejercer el derecho internacional. La isla de San Andrés y sus cayos nunca estuvieron en discusión, es más, los intereses nicaragüenses no los incluyeron, pero los distintos negociadores colombianos a lo largo de tres décadas nos hicieron creer que el archipiélago estaba en discusión. Perdimos mucho en el mar Caribe, en donde nuestro país era estratégico y contaba con un peso específico. Ahora la administración Santos no tiene más remedio que hacer un plan de desarrollo -o de choque- si lo quiere llamar de alguna manera, para determinar cuál será el futuro económico de ese territorio colombiano dedicado al turismo y a la pesca, pero que ahora no tendrá mar.

La Corte Internacional de Justicia de La Haya dio a conocer el fallo en la disputa entre Nicaragua y Colombia por los límites en el mar Caribe. Lo que ratificó ayer fue la tendencia que se venía dando en el proceso desde 2007, cuando la CIJ resolvió que sí era competente en el asunto entre los dos países y que además el Tratado Esguerra-Bárcenas (que fijaba los límites en el paralelo 82°) no era la última palabra. La Corte dijo en ese momento que quedaba claro que las islas y cayos eran nuestros. Y a esto le sumó que el meridiano no era un límite, sino solo una referencia. Los negociadores colombianos, con Julio Londoño Paredes a la cabeza, pensaron que no había discusión sobre si el archipiélago era nuestro y que teníamos un tratado perfecto, e hicieron tratados de límites con el resto de países hasta que firmamos con Honduras.

El error siempre fue creer que estaba clara la delimitación del territorio marítimo colombiano. Si se hubiera reflexionado sobre lo falible del tratado, lo lógico era que no se podía dar espacio para que el lío fuera a la Corte. Para eso solo había que denunciar el Tratado de Bogotá y así la corte no tenía competencia y se mantenía el status quo de por vida. El problema fue la falta de coherencia de la política exterior colombiana con ese tema. Siempre se ha manejado como una reacción. Nunca una discusión abierta para detectar la debilidad jurídica. Los cancilleres Julio Londoño Paredes y Guillermo Fernández de Soto fueron miopes en todo el manejo, que claramente fue perdedor.

Colombia perdió, pero más pedieron los isleños que no tendrán donde pescar. El lapo hay que dárselo sin dorar las cosas, ojalá el Congreso y la opinión pública reaccionen y se les pase la cuenta de cobro a los responsables de llevar mal el proceso.