Editorial

Se crece la ‘papa caliente’ en el Cauca

Mientras el resto de Colombia goza con el éxito de los medallistas, los caucanos sufren los embates del conflicto

Mientras el resto de Colombia goza con el éxito de los medallistas, los caucanos sufren los embates del conflicto

El Gobierno de Juan Manuel Santos no ha podido tomarle el pulso al conflicto que padece el departamento del Cauca y que se ha incrementado de manera exponencial durante los dos últimos años. A los constantes hostigamientos en los municipios de Corinto, Caloto, Toribío y Jambaló, se suman ahora los ataques guerrilleros en contra de la infraestructura vial en la carretera Panamericana, que une las capitales del Valle y del Cauca, además de conectar a Colombia con Ecuador. De la misma manera se presentan actos terroristas en la central hidroeléctrica de Epsa en el Alto Tuluá, a pocos kilómetros de Cali. La situación de orden público es claramente inmanejable para las autoridades, y la desesperanza de sus habitantes es lo único que abunda en la región, luego de que los ministros y el Presidente anunciaran mano fuerte, inversión social y confianza, pero nada de eso se ha podido materializar.

Lo peor del ‘teatro de guerra’ que experimenta el Cauca, desde hace muchas décadas, es que para el resto del país su problema no tiene solución y en consecuencia, deja de ser problema. Insistimos en que la médula del espinoso asunto caucano tiene que ver con dos situaciones complejas de manejar: la primera es su posición geoestratégica que sirve de puente entre las regiones de la Orinoquía con el inhóspito Pacífico, que ha sido un corredor de tráfico de drogas y entrada de armas desde hace varias décadas. También es un puente obligado que une la industria del Valle del Cauca y la riqueza agroindustrial del Eje Cafetero con la frontera con Ecuador. El segundo punto es el componente indígena en la región,  que se ha levantado como una ‘zona de distensión no declarada’, donde los grupos guerrilleros se amparan en la autonomía de los resguardos para protegerse de la persecución de la Policía y el Ejército.

El impacto económico de esta crítica situación sobre el consolidado nacional es muy grande y el Gobierno no se puede lavar las manos argumentando que el conflicto de la guerrilla solo afecta 4% del territorio. Las consecuencias de las voladuras de puentes sobre vías internacionales; los ataques a las centrales hidroeléctricas y los habituales hostigamientos a las estaciones de Policía de los municipios del suroccidente, son situaciones que le pegan directamente al total de la seguridad y afectan la confianza inversionista. Hay instituciones no oficiales como la Federación de Cafeteros que pueden jugar un verdadero papel de amigables componedores en el conflicto caucano, por su papel constructor en la economía y en la infraestructura de la región. En pocas palabras, en el Cauca más credibilidad tienen los cafeteros que las promesas y anuncios de los ministerios. No olvidemos que gran parte de la economía departamental la representa el café.