Editorial

Sensatez ante la destrucción del emprendimiento

El emprendimiento más notable de los últimos años es, sin duda, la creación de Rappi, pero el canibalismo mediático y falta de reglas puede acosar y asfixiar a una empresa emblemática.

Editorial

El linchamiento empresarial existe y es uno de los rasgos habituales en los países que caminan rumbo al despeñadero económico. No podemos olvidar que Venezuela comenzó su crisis cuando llegó al poder un gobierno socialista que atacó desde el comienzo al sector privado, en la primera etapa corrió más allá de sus fronteras a las multinacionales, en una segunda fase expropió a las grandes industrias que generaban ocho de cada 10 empleos; luego en una tercera generación de políticas populistas, cuando se sintió más fuerte y respaldado, nacionalizó los bancos y medio de comunicación; y finalmente, cuando ya poco quedaba del sector empresarial, incitó la población de bajos recursos a invadir las grandes explotaciones agropecuarias que durante décadas habían sido las proveedoras de alimentos a toda la población urbana. Todo eso sucedió muy rápido ante la mirada empañada de unos electores venezolanos embriagados por discursos populistas, mensajes de odio a los empresarios y bajo el grito expreso de ¡exprópiese!

En Colombia hay muy poca conciencia social de que ese modelo económico que llevó a Venezuela al caos y la destrucción puede abrirse paso en cualquier momento en este país y que hay una suerte de combinación de formas de lucha ideologizada, que va desde atacar a las empresas maduras o consolidadas con el sesgo de lucha de clases y de conflicto entre ricos y pobres, hasta la destrucción de aquellos emprendimientos biches pero innovadores que se han abierto espacio en la economía. El modelo económico que pretende un Gobierno controlador que subsidia todo y a todos, con base en unos precios volátiles de la exportación de unos bienes primarios, no ha sido derrotado y siempre muestra sus orejas en tiempos electorales con distintos nombres y líderes populistas. En cambio, el modelo de libre mercado, del emprendimiento y del Estado mínimo que solo actúe como regulador o vigilante de las relaciones económicos entre privados, siempre es atacado con altas dosis de irresponsabilidad.

El tema viene a colación en este momento por los frecuentes ataques que están sufriendo los emprendimientos, muchos de corte tecnológico por algunos usuarios, columnistas y obviamente la competencia, especialmente Rappi, esa empresa icono de la innovación colombiana que se ha convertido en un sólido referente en América Latina. Hace tres años no existía y hoy vende casi $80.000 millones anuales; genera miles de empleos indirectos y está en proceso de expansión y crecimiento lo que justifica sus pérdidas de unos $156.000 millones. Es conocida en toda Iberoamérica y un caso empresarial en los mercados emergentes, pero la andanada de críticas destructivas y la incapacidad del Gobierno Nacional de reglamentar el trabajo por horas y de darle un marco a las empresas de la cuarta revolución industrial, puede ahogar, acosar y ojalá no asfixiar un empredimiento que puede madurar en otro mercado en donde se le brinden más garantías; a ella y a otro puñado de emprendimientos tecnológicos e industriales llamados a generar el empleo que las empresas ya maduras y constituidas desde hace años no van a generar, pues se encuentran en otra fase de desarrollo como es lograr economías de escala, ganar competitividad global y ser altamente eficientes. Ojo: debe haber sensatez ante la inminente destrucción de buenos emprendimientos.

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