Editorial

Sí a los incentivos, pero con condiciones

<p>En la economía colombiana no puede hacer escuela que solo se es competitivo si se ponen salvaguardias &nbsp;y la tasa de cambio es favorable</p>

El 22 de febrero de 1990, a partir del documento Conpes 2465 titulado: “Programa de modernización de la economía colombiana”, se dio el primer paso hacia la apertura. César Gaviria, como presidente de la República y Rudolf Hommes como ministro de Hacienda, aceleraron la internacionalización económica a través de un nuevo documento Conpes, el 2494 del 29 de octubre de 1990, que sentó las bases definitivas de la economía de mercado que soñamos. Pero desde ese mismo momento se inició una carrera desenfrenada en pos de reimplantar las ideas proteccionistas que hoy viven su mejor momento. A pesar de que el país ha firmado una docena de tratados de libre comercio desde entonces y que se han dado las condiciones cambiarias para exportar con mayor y mejor competitividad, las cosas no avanzan y con mayor habilidad algunos sectores invocan medidas de salvaguardias para aislar su producción y seguir con el mercado local cautivo.

Son muchos los industriales que ganan si se cierran importaciones y ponen salvaguardias a las manufacturas que les compiten desde el exterior, pero pierden los consumidores que tienen el derecho de comprar con su dinero bienes y servicios más baratos y de mejor calidad. Todos los países que han sacado de la pobreza a su población y han disminuido la brecha entre pobres y ricos han abierto su economía. Los aires que soplan a la economía colombiana de volver al proteccionismo, de cerrar más el mercado, de proteger más producción local por costosa que sea, encienden las alarmas para las nuevas generaciones.

Unos industriales que exigen incentivos, que no son diferentes a los subsidios que piden los productores agropecuarios, y que piden medidas de salvaguardias para protegerse indefinidamente, van en contravía de la economía de mercado y con su poder de influencia en el alto gobierno condenan a miles de compatriotas a vivir en la pobreza. Los incentivos son válidos y necesarios, pero con contraprestaciones en competitividad.

Dice el profesor Raúl Ávila de la Universidad Nacional que “la industria da cuenta de una progresiva desaceleración a lo largo de los últimos años, fenómeno que no es único para Colombia, sino que es de escala global y el cual se distorsiona aún más en el país a causa de las amplias brechas en términos de competitividad. Según el Índice Global de Competitividad, el país se ubicó en el puesto 66 entre 144 naciones, en relación a aspectos tales como la mano de obra calificada, innovación e infraestructura (...) Es clave que se recupere la visión de que el aparato productivo es un bien público y que merece tener fomento e incentivos, que sean respaldados, eso sí, por el aumento de la productividad sectorial”.

Colombia se apresta a entrar en una etapa de posconflicto pleno en su historia en la que los roles y funciones de los empresarios son determinantes para crecer en bienestar.