Editorial

Sin suministro de energía no hay futuro

Gráfico LR

El país no puede dejar enredar su sistema eléctrico si realmente quiere tener un pie en el desarrollo económico, un infarto energético puede condenarlo al subdesarrollo

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Diario La República · Sin suministro de energía no hay futuro

Jonathan Koomey es un académico investigador de la Universidad de Stanford que ha escrito sobre la cantidad de energía que necesitan las nuevas tecnologías basadas en internet, 5G, satélites, blockchain y la inteligencia artificial, entre otros de los adelantos que están llevando al mundo a una quinta revolución industrial. Y es que hay un patrón “energético” de un salto industrial a otro.

La primera revolución industrial la desencadenó el uso del carbón en 1765 como agente dinamizador de la sociedad; la segunda revolución industrial en 1870, tuvo al gas como su patrón de cambio y una incipiente luz eléctrica; la tercera se basó en la irrupción de electrónica, la masificación de la energía eléctrica y el advenimiento de la energía nuclear hacia 1969; la cuarta revolución industrial propuesta, tiene como epicentro internet, las energías renovables y la digitalización de muchos procesos, entre ellos la información, esta se desencadenó en 2000.

Dice Koomey que internet se lleva la décima parte del consumo de electricidad en todos los países; la demanda de energía de todos los computadores, televisores, tabletas y celulares compartiendo datos, es exponencial. Pero es más grande la energía que consumen la llamada nube, las bases de datos, los servidores y satélites que hacen posible que el contenido esté al instante. Microsoft, Google, Apple o Meta, son grandes devoradores de energía, independientemente del lugar en donde se genere; de allí a que ser autosuficiente en la generación de energía es un imperativo para el futuro de cualquier país. Lograr producir o genera energías renovables es solo la piedra angular de los nuevos poderes y hay regiones que no lograrán montarse en esta nueva realidad.

La matriz energética de un país debe ser complementaria, competitiva y superavitaria, de nada vale hablar de inteligencia artificial, quinta revolución industrial y vivir en medio de apagones o racionamientos. El viento, el sol, las lluvias, los ríos, y todas las riquezas minerales y fósiles, son fuentes de energía valiosa que deben estar presentes en verdaderos planes de desarrollo antes de 2030. En Colombia, el infarto energético que muestra sus orejas, debe ser tomado muy en serio. Cada colombiano consume en promedio unos 2.000 kilovatios por año y el consolidado nacional son casi 100.000 gigavatios anuales.

Las industrias manufactureras representaron 45% del total de consumo en la industria no regulada, seguidas de la explotación de minas y canteras con 25%. En pocas palabras, cada hora se consumen más de 6.559,49 gigavatios, una cifra que crece más que la inflación y muy amenazada por los altos costos, por la caída de las inversiones en nuevos proyectos y porque la incertidumbre arrastra la desidia y la anarquía en la generación.

Colombia tiene una de las matrices energéticas más limpias, es la sexta matriz más limpia del mundo en la que 68% de la capacidad instalada es de fuentes renovables como la hidráulica (65%), térmica (30%), solar (4%) y casi nada de eólica. No se puede hablar de transición energética (y mucho menos de inteligencia artificial), mientras no se asegure que cada una de las 14 millones de familias colombianas tengan el suministro de energía en condiciones de eficiencia y racional costo beneficio.

Un país que quiere entrar firme a la tercera década del siglo XXI debe tener una buena generación, transmisión y comercialización de energía.

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