Editorial

Un gobierno en crisis de sus reformas

Gráfico LR

El Gobierno Nacional ha tenido muchos aciertos en materia económica, pero son más elocuentes sus desaciertos a la hora de tramitar sus reformas estructurales

Editorial

Diario La República · Un gobierno en crisis de sus reformas

En menos de dos semanas, el Gobierno Nacional ha sufrido grandes derrotas en el Congreso de la República. Primero fue la reforma tributaria, seguida de la reforma a la salud; en ambas situaciones, el Ministerio del Interior ha hecho gala de una torpeza política sin precedentes en la historia reciente de la Cámara y el Senado. Para muchos, la fortuna ha acompañado al país económico y social porque una nueva tributaria y un revolcón a la salud sin mayores fundamentos fiscales no tenían ningún tipo de presentación en este momento electoral.

La administración Petro se ha quedado sin peso ni juego en el Legislativo, uno de los errores crónicos durante los últimos tres años. En cambio, sí pudo sacar el monto del presupuesto de 2026 -$546 billones- sin que se aprobara su ley de financiamiento, lo que lo obliga a recortar gastos e inversiones para los últimos ocho meses al frente de la Casa de Nariño.

No se puede desconocer que uno de los mayores aciertos en materia económica ha sido el manejo que le ha dado al Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles, problema que había sorteado penurias en las administraciones anteriores. Al terminar este Gobierno habrá una reducción notable del déficit, que era todo un reto fiscal para las administraciones.

Ahora, para las finanzas públicas es normal que los precios de la gasolina suban como sucede en todo el mundo, sin tener el impacto en las arcas del Estado de otrora. Unas son de cal y otras de arena. La reforma pensional, presentada al Congreso al inicio del gobierno, está en revisión en la Corte, pero el mismo sistema y los jugadores están más atentos a que pase -después de muchos traumatismos- que a que se sepulte como la tributaria, la laboral y la de salud.

El balance en materia de reformas gubernamentales presentadas al Congreso es muy pobre, y la explicación no es otra que la falta de tacto político, justificación fiscal y sensibilización de los impactos con los jugadores reales.

En el caso de la salud, la idea de reforma murió dos veces, en la Comisión Séptima del Senado que, al retomar el tercer debate de la reforma a la salud, decidió sepultarla de una vez por todas, el proyecto que fue archivado con ocho votos a favor y cinco en contra. Nunca se entendió bien el sentido del proyecto que buscaba reformar el sistema y distribuir las responsabilidades que en estos momentos pesan sobre las EPS.

El gran derrotado no es el Gobierno Nacional en pleno, aunque haya tenido bajo desempeño en el Congreso; son los distintos ministros de la política que, en lugar de seducir, sensibilizar, argumentar y concertar las reformas, decidieron imponer y amenazar, tanto en las tributarias como en los intentos por reformar el sistema de salud.

Queda como moraleja que los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) deben trabajar de manera conjunta en pos del desarrollo social y económico del país, y que el cambio de los modelos de pensiones, salud o laboral, debe ser mucho más conciliado, jamás impuesto bajo amenaza e ideologización, tal como viene sucediendo con la salud.

Las buenas relaciones entre el Congreso y la Casa de Nariño son determinantes, máxime cuando se tiene la idea generalizada de un bien superior, que es la reducción de la pobreza, acentuar la economía de mercado y fortalecer el crecimiento de todos y cada uno de los sectores.

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