Editorial

Un mal ejemplo que no puede prosperar

<p>El drama social de La Guajira no ha terminado y sus problemas sociales y económicos se vuelven crónicos a los ojos de sus gobernantes</p>

Cuando a comienzos de los años 70 del siglo pasado, el Congreso de la República debatía la ley de creación del departamento de la Guajira, se sustentaba el proyecto en los siguientes términos: “los siete municipios de la actual intendencia de La Guajira todos tienen acueducto nuevo, luz eléctrica propia y eficaz, buenas instalaciones para el gobierno municipal, locales modernos y confortables para puestos de salud y escuelas... Ganadería próspera, localizada en Villanueva, San Juan, Fonseca, Barrancas y Riohacha; agricultura, excelente ubicada en los mismos municipios (café, algodón, maíz, arroz, banano), pesca abundante y rica, en las costas de Riohacha y Uribia; minas de sal marítima en Manaure, que son las más ricas del país, actualmente explotadas por el Banco de la República; minas de carbón mineral del Cerrejón, una de las más ricas de Colombia, para cuya explotación hay una gran oferta de una firma alemana…”.

Solo 50 años después, en 2015, nadie creería cierto lo dicho en ese entonces, pues ninguno de los 15 municipios de la Guajira tiene agua potable permanente, la región y su capital están en los tres primeros puestos en pobreza, registra los más altos indices de desnutrición infantil, la cobertura educativa es de las más bajas, la agricultura es para mera subsistencia, registra los peores indicadores en competitividad y tiene municipios en los que más de 90% de sus habitantes viven en la pobreza extrema.

Lo grave es que esa zona del país es ejemplo de postración económica y social, aunque hay otras que no están lejos de ese espejo negativo, pero con una diferencia central: el problema de Guajira no es de recursos. En los últimos 15 años ha recibido por cuenta de transferencias cerca de $5 billones para educación, salud, agua potable y otros sectores y por regalías en los últimos 25 años le han ingresado US$1.461 millones, más de $3,5 billones. En solo 2014 le entraron más de $900.000 millones. La situación sorprende más a los extraños que a los locales. Un informe publicado por la BBC de Londres no puede ser más patético y dramático: “tres años de sequía, falta de infraestructura, alta corrupción, baja presencia del Estado, aislamiento y -desde hace meses- el cierre al paso de mercancías desde Venezuela, se han combinado para crear una profunda crisis humanitaria”.

Pese a la riqueza, los niños mueren de hambre y sed y de acuerdo con la Defensoría del Pueblo hay 40.000 las personas en situación de hambruna en la Alta Guajira, 70% niños y mujeres. Escasea el agua y la pobreza es extrema, pero es evidente que hay mala administración, corrupción e ineficiencia. Se sancionan a entidades sanitarias, funcionarios están en la cárcel por malos manejos y los contratos de alimentos del Icbf están en medio del escándalo. El Gobierno debe ir más allá de la posición fácil de solo girar plata para que se la roben o la gasten mal y los tecnócratas seguir debatiendo acerca de “la maldición de los recursos naturales”.