EDITORIAL

Un merecido reconocimiento a los empresarios

Reconocer la actividad empresarial se ha convertido en un fenómeno plasmado en las últimas encuestas, un detalle que debe ser tenido en cuenta en las políticas públicas

Editorial

Hace 13 años durante los primeros meses de 2010, el fallecido presidente de los venezolanos, Hugo Chávez, se pavoneaba de barrio en barrio, pueblo en pueblo, ciudad en ciudad, del vecino país, repitiendo la misma palabra: “exprópiese”; un mantra que ejecutaron al pie de la letra sus generales y áulicos políticos, con tal eficacia que solo una década después ya no hay empresas ni un sector privado que genere empleo ni pague impuestos en Venezuela, principal causa de la pobreza y el hambre que ha expulsado, en el mismo lapso, a más de siete millones de personas, condenándolas a vagar por los países de América Latina, como hordas errantes de un país inviable que es un auténtico caso empresarial de cómo destruir riqueza y deteriorar una sociedad.

El comentario se trae a colación porque casi todos los venezolanos festejaron con bombos y platillos ese mantra nocivo de “expropiar, expropiar, expropiar”, empresas, haciendas, supermercados, fábricas, hasta tiendas de barrio, todo un entramado productivo que había sido construido durante generaciones y que solo una mala idea lo mató sin posibilidad en el mediano plazo a volver a reverdecer.

Un país que no valora al sector productivo, que desdeña a los emprendedores y empresarios, no tiene ningún futuro ni oportunidad en las próximas revoluciones industriales o digitales. La economista, Mariana Mazzucato, en sus distintos textos y libros que hoy reposan en los anaqueles de muchos funcionarios públicos del actual Gobierno, plantea que son los gobiernos quienes han auspiciado los espacios para los grandes desarrollos tecnológicos que hoy disfruta la humanidad, pero que son los empresarios quienes los han hecho evolucionar y disfrutan de sus inversiones, llevando los productos y servicios a otro nivel de desarrollo y posibilidades de seguir progresando.

En conclusión, se trata de trabajos conjuntos, compartidos entre el sector privado y el público, lo que lleva a un país al primer mundo. No solo fue la fórmula de los otrora llamados “tigres asiáticos”, sino que fue la fórmula escandinava y que hoy practican China y algunos otros de la cuenca del Pacífico.

De gusto no se puede destruir a los empresarios en una economía, pues en algún momento hay que desarrollar esa necesaria actividad; hasta la misma Cuba está invitando inversionistas para poder salir de su miseria. De esta realidad parece que se están dando cuenta los colombianos a la luz de los resultados de las últimas encuestas en las que la actividad empresarial es la más valorada; la de mayor favorabilidad entre las instituciones; la más querida; la más respetada y la que claman en las ciudades en donde abunda el desempleo y la pobreza.

Es un absurdo histórico pretender mermarle papel a los empresarios porque defienden su actividad de generar riqueza, empleo y pagar impuestos; la gente no es desinformada, entiende los procesos y se da cuenta de que cambiar el sistema de salud, minimizando al sector productivo o imponer los pilares pensionales sacando a los fondos de pensiones, es entregarles a los gobiernos de turno millones de recursos para eternizarse en el poder; más aún, que lesionar la actividad emprendedora con una leonina reforma laboral es una manera de asfixiar cualquier posibilidad de hacer empresa, y en contraprestación, depender de los subsidios estatales a cambio del voto.

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