Editorial

Una reforma urgente en tiempos de grandes obras

<p>El Ministerio de Transporte no puede seguir siendo el mismo ante la avalancha de obras, debe cambiar para que pueda enfrentar los problemas venideros&nbsp;</p>

La dinámica que la Vicepresidencia de la República, en manos de Germán Vargas Lleras, le ha dado a la infraestructura del país es más que elocuente y puede llegar a ser (hasta cierto punto) arrolladora. Es tal la cantidad de proyectos entregados a concesionarios privados para que comiencen a trabajar en todos los rincones de Colombia que la vigilancia y la supervisión de las obras pueden llegar a ser un verdadero dolor de cabeza para los organismos del Estado que deben velar por el buen cumplimiento de lo contratado. Surgen muchas preguntas como consecuencia del frenesí constructor: ¿quién va a aprobar la cascada de prórrogas de los proyectos entregados en los próximos dos años? ¿Cuenta con la estructura de personal idónea el Ministerio de Transporte para enfrentar eventuales crisis? ¿Cuenta con los profesionales especializados la Agencia Nacional de Infraestructura y el Invías para interactuar técnicamente con las grandes constructoras? ¿Es necesaria una junta directiva muy especializada en la ANI? Estas son algunas de las inquietudes que tienen, tanto las empresas con concesiones como algunos funcionarios del Gobierno, quienes no ven muy moderna la cartera del ramo para atender todas estas inquietudes.

El mismo Vicepresidente debe sentarse con el Departamento de Planeación Nacional y el Ministerio de Transporte para diagnosticar las deficiencias de las entidades adscritas a esa cartera para que los problemas venideros no vayan a frenar la dinámica de obras entregadas en pocos meses. Es urgente que haya una verdadera revisión de cómo está preparado el Estado para solucionar los obstáculos venideros que no serán pocos.

El Estado como un todo ejecutor y transformador no debe ser inferior a los retos que tiene por delante y debe ser consciente y responsable de los ajustes que debe hacer en esas entidades. Pero lo más importante de este programa de grandes concesiones es que debe tener un marco competitivo, es decir, una justificación de por qué se hacen esas obras y cuáles son los objetivos. Es cierto que hay un rezago en la infraestructura y que estas obras eran necesarias para que Colombia repunte en los índices globales de competitividad, pero es igualmente necesario que exista una razón de ser económica, ahora que los empresarios deben empezar a sacar sus productos al exterior gracias a una tasa de cambio muy beneficiosa y tratados de libre comercio.

No deben hacerse grandes obras con la simple justificación de que eran históricamente necesarias, las obras deben obedecer a una hoja de ruta competitiva donde se unan los intereses de desarrollo regional con los modelos de negocios exportadores de muchas empresas multilatinas. Bien por las grandes obras, pero también hay una deuda en su vigilancia y control y la necesaria conexión con la recuperación de las exportaciones.