Editorial

Yo protesto, él protesta, todos protestamos

La pregunta necesaria es quién y por qué está detrás de la ola de protestas que sacude al país. La anarquía a nadie beneficia

 ¡Que el caos nunca muera! Pareciesen gritar algunos sectores ante la creciente ola de protestas que sacude al país y a las cuáles poco a poco se suman peligrosamente senadores, ligas de usuarios, agricultores y comunidades de personas, que de una u otra manera se sienten afectadas por la calidad de los servicios públicos o situaciones cotidianas como ponerle combustible a un automóvil. Las razones o motivaciones para protestar son muy diversas, pero tienen en común el hilo conductor de la desinformación sobre un bien público. Nada más fácil que congregar a un grupo de personas para protestar por el invierno, por el precio de la leche, de los arrendamientos y por el exceso de motos de dos tiempos o el precio del minutos callejeros a celulares.

Las protestas que recorren el mapa nacional tienen mucho de estrambótico y les sobra la manipulación preelectoral prematura que se está viviendo a unos cinco meses de que el Presidente Santos complete la mitad de su periodo presidencial y que su decisión de lanzarse o no a la reelección acapare los medios de comunicación. A esta realidad social se le suma la velocidad del péndulo político, que hace rato tomó dirección a la izquierda. El panorama está peligrosamente enrarecido, al punto de que el vandalismo que azotó el servicio de Transmilenio en Bogotá la semana pasada y de responsabilidad no identificada, puede tener una fina relación con las protestas del Quimbo en Huila, donde hay hilos conductores de responsables.

A esas dos protestas se suma la que están promoviendo los cafeteros en los departamentos de Quindio, Caldas y Risaralda, otrora los mayores productores de café, que como es sabido se desplazó hacia el suroccidente colombianos a Cauca, Huila y Nariño. Es totalmente paradójico que mientras el desempleo baja, el crecimiento económico sube, las exportaciones rompen récords históricos y los inversionistas llegan con confianza, los sectores sociales, por lo general vulnerables, sean pieza de la manipulación y la desinformación. Que con discursos oscuros se destruya lo poco que se construye y que cercanos a la izquierda más recalcitrante no den la cara y sigan manejando a su antojo la combinación de formas de lucha.

Bien se pueden aplicar por estos días las tesis del panfleto político ¡Indignaos! escrito por Stéphane Hessel hace un par de años y que se convirtió en el manifiesto de las protestas que recorren Europa y una buena parte de mundo árabe, pero hay que tener las consideraciones marco, y es que no es lo mismo `Cundinamarca que Dinamarca`. No podemos caer en maniobras de masas, donde el objetivo subyacente de protesta no esté claro, y sigamos siendo tontos útiles de manipulación.