Editorial

Yo protesto, tú protestas, él protesta...

En un país de casi 60 años de conflicto interno son muy peligrosas las acciones de hecho para reclamar desatención estatal

En un país de casi 60 años de conflicto interno son muy peligrosas las acciones de hecho para reclamar desatención estatal
Lo más probable es que estos días de paro agropecuario, no sean ni los primeros ni los últimos en los que la población rural acude a las vías de hecho para reivindicar sus derechos. Los colombianos siempre han sido de armas tomar, de salir a las calles, a las plazas y a las carreteras, para protestar por el crónico abandono estatal, por la poca infraestructura, por la inatención de las necesidades básicas y muchas erráticas políticas públicas diseñadas desde una Colombia cada vez más centralista. Cada 22 o 26 meses, el país económico se ve sometido a la misma captura por parte de sectores de la población enardecidos o manipulados casi siempre en épocas preelectorales. La historia es de nunca terminar y siempre se interrumpe de la misma manera: mesas de negociación en donde se hacen las paces temporales tras la asignación de subsidios.
Tal y como vamos, y si esta práctica cada vez más frecuente hace escuela, terminaremos en un Estado subsidiador similar al venezolano, saqueado por los intereses particulares y con instituciones endebles que no satisfacen ni las aspiraciones ni las necesidades de bienestar. No se puede desconocer que existen problemas crónicos en el campo colombianos y que estos males se van a agudizar con los diferentes tratados de libro comercio, pero es menester del Ministerio de Agricultura y de la cartera de Hacienda que se analice mejor la situación de los diferentes productores que ven cómo sus cosechas suben anualmente bajo en índice de precios al productor, mientras el precio de los insumos crecen tres y cuatro puntos por encima de la inflación.
El Gobierno Nacional debe ser claro en su política con todos los sectores de la producción y diseñar políticas públicas de acuerdo con la verdadera competitividad. No todo los podemos importar ni todo lo podemos producir, pero sí deben haber soluciones claras y precisas para ese 40% de colombianos que derivan su sustento de sacra leche, sembrar papas, cosechar café o transportar esos productos a las grandes centrales de abastos. Es cuestión de claridad, de generar soluciones, y sobre todo, de brindar confianza. Colombia no se puede ‘venezolanizar’ en materia de su producción agropecuaria que es mínima, como tampoco repartir subsidios a dos manos del presupuesto nacional.
Hay claramente dos Colombias: una la que vive de lo que da la tierra con poca o nula tecnología y costeando altos costos de insumos, y la otra, la que va al supermercado ya adquiere sus productos básicos de la canasta familiar sin detenerse mucho en pensar si la leche, las papas, las frutas, el café o la carne son importados. Es un momento crítico, donde la solución está en manos del Gobierno Nacional que debe montar una estrategia seria y convincente.