Responsabilidad Social

Más personas y menos cosas

Reuters

Álvaro Hernández

Desde el sábado en la mañana varios estudiantes organizados en movimientos y colectivos universitarios se pusieron en contacto conmigo para compartir varias iniciativas espontáneas que por la premura del tiempo asombraron por su gran organización y capacidad de respuesta. Igual sucedió con las directivas, quienes me solicitaron ponerme al frente de una campaña de apoyo. 

Quiero compartir aquí lo que pasó de lunes a martes en la Universidad cuando comenzamos la campaña recogiendo donaciones en efectivo y en especie para Mocoa. Desde el domingo iniciamos contacto con las instituciones gubernamentales y no gubernamentales encargadas de la gestión del riesgo, así como con comunidades locales, en especial indígenas, y con la iglesia local para conocer también de primera mano lo que estaba sucediendo en terreno. Nos pusimos en contacto con nuestros estudiantes que provienen del Putumayo y seguimos recopilando información al tiempo que pasábamos grueso por la dimensión humana de lo que sucedía, de las sensaciones que nos producía y de la forma como nos movía a la acción.

El lunes recopilamos con los estudiantes una gran lista de necesidades urgentes: desde el dinero en efectivo hasta medicamentos e insumos médicos, ropa, alimentos, etc. Espontáneamente la comunidad educativa se solidarizó, se hicieron turnos para recoger las cosas, hacer actas, listas, correos y un largo etcétera, y nos movimos a misericordia rápidamente. 

El martes, sin embargo, todo cambió. Empezaron a llegar mensajes, muchos mensajes donde pedían personas, ya no cosas. Nos solicitaban voluntarios, profesionales en distintas áreas… en últimas, gente que fuera a poner el hombro, pero también la cabeza, las manos y el corazón. En este momento estamos coordinando esfuerzos para enviar un grupo de estudiantes y profesores que apoyen en Semana Santa directamente en Mocoa poniendo sus conocimientos y habilidades al servicio de las comunidades locales.

Este cambio significó para mí una luz nueva a todo este proceso. Es que como institución social nos movemos solidariamente para apoyar con donaciones. Pero como Universidad, nos solicita la sociedad, y en este caso el pueblo herido, profesionales, gente que estudie, comprenda, investigue y transforme positivamente estas realidades. El reto que tenemos hoy como Universidad, es no sólo ayudar inmediatamente. Es también ir, desplazarnos hasta donde nos llaman y necesitan y apoyar. Pero realmente el gran reto que tenemos las instituciones de educación superior es ¡quedarnos!

Entre tanto, la ayuda no puede cesar. Este amargo momento, nos ha revelado la gran capacidad organizativa y solidaria de nuestros estudiantes, quienes -hay que decirlo- nos han confrontado y movido a la acción. La invitación que extendemos desde la Universidad de La Salle al resto de universidades es que continuemos nuestros esfuerzos institucionales, apoyemos a los movimientos estudiantiles que están movilizándose con acciones concretas de ayuda y a que, entre todas, hagamos un gran programa de voluntariado profesional, que nos permita llegar al Putumayo con prontitud, y también quedarnos para siempre. 

Es posible que el verdadero criterio de calidad y pertinencia de las instituciones de Educación Superior, se encuentre en su capacidad de estar y arraigarse en las regiones, y desde allí y con la gente, hacer patria y reconstruir el país.