RSE también comprende la salud mental
viernes, 22 de marzo de 2024
De acuerdo con la OMS, anualmente se pierden alrededor de 12.000 millones de días laborales en todo el mundo por cuadros depresivos y de ansiedad, una cifra que le resta al aparato productivo global
Santiago de Bedout
Cuando se piensa en iniciativas de responsabilidad social por parte de privados, cualquiera que sea la actividad económica, es habitual que lleguen a la cabeza recuerdos de publicaciones en la prensa sobre empresas sembrando árboles, entregando mercados, transformando algún entorno público, reciclando desechos, o reduciendo y compensando sus emisiones de carbono. Acciones muy loables, por supuesto, que en un grado u otro han contribuido al bienestar y el progreso social.
Ahora bien, en aras de ampliar esta concepción acerca de la RSE, y de la manera más constructiva posible, vale la pena señalar dos elementos comunes en este tipo de iniciativas: todas están dirigidas hacia un tercero y un destinatario externo -por más que exista un beneficio indirecto hacia el público interno-, y todas persiguen una mejoría en el bienestar físico o palpable.
¿Cómo sería el ejercicio de responsabilidad social empresarial en Colombia si este también comprendiera la salud mental? De entrada pareciera ser un concepto muy amplio, poco cuantificable y difícil de delimitar; y de alguna forma lo es, porque las emociones son así: intangibles. Pero, si se vence esta resistencia inicial y se hace el intento, más de una compañía se sorprendería del impacto y lo beneficioso que es canalizar los esfuerzos solidarios por medio de este campo.
De acuerdo con la OMS, anualmente se pierden alrededor de 12.000 millones de días laborales en todo el mundo por cuadros depresivos y de ansiedad, una cifra que le resta al aparato productivo global cerca de US$1.000 millones en productividad. Esto quiere decir que no siempre hay que orientar la totalidad de los esfuerzos en RSE hacia el público interno, pues hay personas que así tengan la estabilidad que genera un empleo estable están lejos de tener bienestar; y que no todas las líneas de trabajo altruistas deberían perseguir un aporte palpable.
Tal panorama, explicado en otras palabras, sugiere que las organizaciones también pueden volcar su mirada hacia su talento e invertir recursos para contribuir a factores inmateriales, como la salud y el bienestar emocional. Hacerlo tiene múltiples ganancias para el destinatario, sin embargo, quisiera destacar la que para mí es la principal: acercar a las personas a la salud mental.
En la inmensa mayoría de los casos, y sin tratarse de un fenómeno exclusivo del contexto colombiano, acudir a un tratamiento de salud mental es asumido como un acto de última instancia, al que solo se llega cuando uno está en una crisis. Ese falso imaginario, que alimenta el estigma, evita que la gran mayoría de la población se prive de las ganancias que ofrece un acompañamiento profesional en esta área.
Por eso, cuando una empresa decide a facilitar este tipo de ayuda a su recurso humano, está abriendo una puerta que, probablemente, este no hubiese abierto por iniciativa propia. Una vez la persona es introducida a este mundo, ya es ella, con argumentos de primera mano, quien decide qué tan lejos llegar por ese camino. Esa, en mi criterio, es una contribución enorme por parte de la empresa, es como si sembrara una semilla de bienestar para que cada trabajador pueda regarla a su manera y en sus tiempos.
Este pensamiento es, precisamente, lo que empresas en Colombia de la importancia de Coca-Cola y Datacredito Experian han entendido. Por eso, desde Selia, como startup especializada en salud mental -que con tecnología permite terapias virtuales entre pacientes y más de 350 especialistas certificados-, decidimos aliarnos con ellas para que, priorizando el cuidado de la salud mental y el bienestar emocional de sus equipos, construyan una cultura cada vez más saludable, motivada y productiva.